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wiii, el sol llegó a El Bolsón!
El primer día llegamos al mediodía, y luego de instalarnos en la hermosa cabaña con vista al Cerro Piltriquitrón, fuimos a ver El Bosque Tallado.
Lo que no sabíamos era que el bosque estaba en el mismísimo cerro y que para llegar había que atravesar 40 minutos de ripio y una larga caminata con una empinadísima subida de otros larguísimos 45 minutos.
No saben lo que maldije el bosque tallado, el cerro, la guía de viajes de la patagonia y mi idea de ir a ver el bosque tallado, jaja
Martin y Mariana iban delante, y Maxi seguía mis lentos pasos por detrás, deteniéndonos cada 5 minutos para descansar.
Finalmente llegamos al Bosque Tallado, desde donde tuvimos una hermosa vista panorámica de El Bolsón y la cordillera.
El día estaba fresco, muy fresco, pero soleado, y se veían como pasaban los rayos del sol entre las nubes.
Después de dar una brevísima vuelta por el breve bosque tallado, decidimos hacer un último esfuerzo y subir un poco más hasta el refugio, a 1500 metros sobre el nivel del mar.
Ese esfuercito extra hizo que valiera la pena todo lo anterior... No alcanzan las palabras para describir lo que nuestros ojos vieron. Una mini pradera con una vista panorámica aún mejor, y una mini casita en el medio de la montaña, que oficiaba de refugio. De haber sabido que podíamos pasar la noche allí, lo hubiesemos hecho sin duda... pero debimos conformarnos con un chocolate caliente y unas tostadas con dulce casero. El frìo se estaba haciendo màs intenso y ya estaba atardeciendo, asì que tuvimos que bajar y dejar ese mágico lugar...
Al día siguiente, fuimos al Parque Nacional Lago Puelo. Caminamos por algunos senderos, incluyendo el Jardin Botanico, donde volvi a ver mis queridas hojas de arce (maple). Nos perdimos en un sendero, y perdimos bastante tiempo retrocediendo sobre lo andado, hasta que finalmente llegamos a la playa. Antes, mi celular sufrió un percanse, jaja. Cuando nos detuvimos sobre un puentecito para sacar una foto, mi celular cayó al agua, pobrecito! Por suerte, Martincito lo rescató y pudo sobrevivir y continuar el viaje;)
Despuès de tomar un rato de sol en la playa, alquilamos kayaks! Estaban baratisimos, y aunque hubieran costado màs, valiò la pena. No coordino mucho, así que casi que en vez de avanzar el kayak, retrocedía. Por suerte, nos dieron dobles, asi que Martin remó todo el viaje, jaja. A Mari y a Maxi no les fue tanto mejor, pero creo que Mari no fue tan papelonera como yo. Lo mejor de todo fue quedarnos en silencio en el medio de la inmensidad del lago.
Teníamos ganas de ir a El Hoyo también, y por un momento pensé que no lo ibamos a poder hacer. Pero nos apuramos y hacia allá fuimos, parando en la ruta para comprar las frambuesas más ricas que comí en mi vida. No saben qué tentación! Compramos un montón de bandejitas, en cada parada, y me quedaron los dedos rojos de tanto agarrar las frambuesas.
Después, nos hicimos un rato para ir a Lago Puelo, donde de casualidad estaban realizando una fiesta de destrezas gauchescas. Nos quedamos un rato dando vueltas, y regresamos a pasar la ultima noche en la cabaña, pero no sin antes pasar por una carnicería para que los chicos nos deleitaran con un delicioso asado;)
La mañana siguiente, pasamos por la famosa feria de artesanos de El Bolson, y los hippies me pelaron! Me gasté la vida en aritos y colgantes. Pero lo mejor fue que pude comprar postales artesanales y sentarme a escribirlas a un costado de la feria con el solcito de la mañana.
Al mediodía ya emprendimos rumbo al Norte, hacia Bariloche...
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